Esperaban en silencio
Dos días habían estado encerrados en su choza sin saber qué hacer, y la mayor parte del tiempo llorando abrazados.
En la aldea la Ley era implacable. El adulterio y la homosexualidad se pagaban con una muerte horrible. Eso había sido lo que llevó al joven, dos años atrás, a buscar esposa.
Y pasaron los meses, y ella consultó a su madre, la madre a la vecina y la aldea entera supo de su virginidad. Pero nadie pensó mal sobre las frecuentes visitas del primo mientras el marido estaba en su taller. Y ahora la verdad de la panza era inocultable.
Angustiados, pidieron ayuda a Talía. La vieja curandera era la más sabia, pero por ser mujer, no podía ser juez. Y prometió venir esa noche. Abre la puerta y de un vistazo comprende la situación. Sabe bien qué les espera. Solo un milagro los puede salvar.
Explica a la joven lo que tiene que decir. Ensayan cien veces su discurso, porque ahora se juega la vida de tres:
“Tú puedes convencerlos. Todo Belén tiene que creerte, María.”